Aquí sólo estamos hombres. Nuestras mujeres e hijos han abandonado la ciudad:algunos fueron a Bagdad, otros a alguna zona tranquila más cercana. Mucha gente dejó Faluya. La mayoría de los que quedaron son hombres. Esta era una ciudad de 500.000 habitantes. Ahora, calculo que habrán quedado unos 100.000. Algunos de los que antes trataron de huir tuvieron que regresar porque no tenían cómo sobrevivir lejos de sus hogares. Irak es un país donde es muy difícil vivir en estos momentos: no hay muchas oportunidades.
-Estoy rodeado por espeso humo negro y el olor de aceite quemado. Hubo una gran explosión hace unos minutos y ahora escucho tiroteos. No puedo decir cuántas personas han muerto, pero luego de dos días de bombardeos, la ciudad parece Kabul. Un vehículo blindado de Estados Unidos ha estado estacionado frente a mi casa en el centro de la ciudad.
Desde mi ventana, puedo ver infantes de marina a pie. Trataron de hacer registros casa por casa, pero no pudieron avanzar porque les disparaban. Respondieron abriendo fuego contra las casas, disparando contra todo lo que se movía. Ingerí los últimos alimentos que me quedaban: dos papas y dos tomates. Los tomates estaban podridos, porque no hay electricidad y el refrigerador no funciona.
Parece que los soldados estadounidenses han descartado por ahora entrar a cada edificio y se concentran en intentar controlar las principales calles. Estoy sentado aquí, sólo, mientras mi ciudad se sume en la tragedia.
Los combatientes rebeldes se veían cansados, pero estaban cantando y con la moral alta...
Una clínica fue bombardeada hace poco y no sé que sucedió con los doctores y las enfermeras que se encontraban allí. Era el único lugar donde todavía podía ir la gente a recibir atención médica . Estuve con algunos de los combatientes rebeldes hace poco. Se veían cansados, pero estaban cantando y con la moral alta. Muchos iraquíes de otras partes del país han llegado a Faluya para unirse a los combatientes locales.
Muchas mezquitas también han sido bombardeadas. Por primera vez no se escuhó ni un llamado a oraciones desde los minaretes de Faluya, una ciudad con 150 mezquitas. Nadie ha podido dormir mucho en los dos últimos días de intensos enfrentamientos, y además, aún estamos en el mes sagrado del ayuno, Ramadán, de modo que nadie come durante el día.
No puedo decir cuántas personas han muerto, pero luego de dos días de bombardeos, la ciudad parece Kabul. Grandes sectores de Faluya han sido destruidos, pero es tan peligroso salir de la casa, que no he podido averiguar más sobre las víctimas.
Mis vecinos, una mujer y sus hijos, vinieron a verme. Me pidieron que alertara al mundo sobre lo que está sucediendo aquí.
Miro a la devastación que me rodea y me pregunto, ¿por qué?